Título: Lucía y el sexo
Dirección: Julio Médem
Producción: Ana Cassina
Guión: Julio Médem
Música: Alberto Iglesias
Reparto: Paz Vega, Tristán Ulloa,
Najwa Nimri, Daniel Freire, Javier cámara.
Contemplando la luna
Julio Médem, tras dirigir películas como Los amantes del Círculo Polar, La Ardilla roja o Vacas, presenta una de las películas más comentadas de su carrera. La cinta ha sido premiada con La Navaja de Buñuel a la mejor película española de 2001 y dos premios Goya (Mejor actriz revelación: Paz Vega; Mejor Banda sonora: Alberto Iglesias).
Lucía y el sexo es un drama en el que sueños, ilusiones y pensamientos se turnan con lo real. Aunque está rodada en la isla de Formentera, la historia alterna Madrid con Malta, que serán los dos lugares en los que tiene lugar el complejo entramado.
El filme trata sobre una camarera madrileña que se enamora de un escritor. Desde el momento en que se encuentran, la historia entra en una serie de tramas exageradamente forzadas, en las que todos se conoce y giran en torno al personaje de Luna (la hija secreta del escritor), cuya representación no es sólo física sino simbólica, pues desde el principio se le da importancia a la luna llena y al mar como símbolo de feminidad y fertilidad.
Este símbolo se opone al sol (Lorenzo), que podemos identificar con una canción permanentemente presente en la película (Un rayo de sol).
Ya con sus obras anteriores, el director nos muestra su interés por el destino y las casualidades y por los recursos estilísticos. No es bueno abusar de ellos, porque al final se obtienen resultados poco creíbles y la obra queda demasiado barroca.
Esto es lo que ha pasado con esta cinta. A través de las líneas escritas en un ordenador se va dando forma a una historia que no tiene mucho sentido si no se presta excesiva atención, y es que requiere una concentración que cansa al espectador por sus numerosos simbolismos y elipsis espaciotemporales como estructura compleja que incitan a dejar de visionar casi desde el principio.
Los personajes tampoco invitan a un disfrute de la película, la interpretación deja mucho que desear y el conjunto del filme no está a la altura de otras películas del cineasta vasco.
Las escenas de sexo están injustificadas dentro de la trama, lo que lleva a pensar que un cineasta como Médem, que alardea de su "cine de autor", no busca otra cosa que comercializar con sus obras.
La iluminación a veces quema las imágenes, otras escenas están demasiado oscuras... En general la atmósfera es fría, excepto en la isla, en la que el agua desempeña un papel fundamental.
Lo único que salva la película es la banda sonora, merecidamente premiada con un Goya, sencilla y bien insertada en cada escena, en la que el solo de violín es protagonista en la mayoría del tiempo.
Para concluir, es una película poco atrayente que no ha estado a la altura de lo que muchos esperaban.